01 octubre 2014

Despenalizar el trabajo sexual, por dignidad



82% de las trabajadoras sexuales han sido agredidas físicamente por su cliente o por un proxeneta al menos una vez durante su vida y en la mitad de estos casos la agresión es recurrente. En un país donde la impunidad por violencia de género es casi absoluta, quienes tienen en el trabajo sexual su fuente de ingreso se encuentran en una situación especialmente vulnerable.

Tal como sucede con el tráfico de droga, la violencia hacia las trabajadoras sexuales es auspiciada por la ilegalidad; personas con un perfil violento se comportarán agresivas con una prostituta amparados por la imposibilidad de una denuncia ante las autoridades; en Estados Unidos, por ejemplo, se estima que más abusos hacia ellas son cometidos por policías que por sus clientes.

Despenalizar el trabajo sexual no sólo es recomendado para reducir la violencia hacia quienes lo practican, también la Organización Mundial de la Salud lo sugiere como método para controlar y mejorar la salud pública. Para evitar la transmisión de enfermedades sexuales, es necesario dejar de perseguir a las trabajadoras sexuales y a cambio abrir puertas que les permitan no sólo realizar los estudios de ETS, sino cuidar de su salud en general como cualquier empleado formal.

La dignidad de un trabajo no reside en preceptos morales o religiosos, la dignidad proviene de la legalidad, su correcto marco normativo y de la garantía de los derechos laborales y humanos de sus trabajadores. Como legisladores esta tarea está al alcance de nuestras manos.


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